La muestra de artes visuales y actividades culturales Viva Arirang celebra medio siglo de armonía cultural entre Corea y Argentina. Este acontecimiento artístico promueve la amistad entre los ciudadanos del mundo y permite apreciar el carácter creativo e innovador de la cultura coreana, desde la antigüedad hasta el presente.
Con la participación de representantes de Corea, de la comunidad coreana en Argentina y de argentinos.-
Camino a 19481 km, por Nathalie Boseul Shin
Argentina, el país al otro lado del mundo
Argentina. Dicen que, cavando en línea recta desde Corea, uno terminaría en Argentina, al otro lado del mundo. Por hallarse diametralmente opuesto, es el país más distante, sin importar el punto cardinal que se tome. Pero, en definitiva, era poco lo que sabía de este país, apenas había escuchado hablar de su carne y sus vinos, además de los famosos glaciares cerca de la Antártida. Basándome en estas escasas informaciones, puse a la Argentina en la lista de cosas para hacer antes de morir, con un vago anhelo de visitarla alguna vez.
La vaguedad de mis deseos se materializó en un momento inesperado: había que preparar una exposición con motivo de los 50 años del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre Corea y Argentina. Y el trayecto hacia este país, el que simplemente me parecía distante, resultó ser verdaderamente largo. De Seúl a Dubai, de Dubai a Río de Janeiro, y de
Río de Janeiro a Buenos Aires. El viaje, de más de 30 horas y con dos escalas, me llevó a pensar sobre la Argentina y la exposición a organizar.
Aquellos coreanos en la Argentina
La información del vuelo en el monitor delante de mi asiento indicaba que el avión estaba sobrevolando el océano Pacífico. Repentinamente pensé en los nervios y el sufrimiento de los inmigrantes que cruzaron los mares infinitos tiempo atrás.
Chason Lee. Los libros lo señalan como el primer coreano en la Argentina, quien trabajaba en una tintorería japonesa en 1941.
Hubo otros coreanos, pero pocos. Luego del armisticio de la Guerra de Corea en el año 1953, 12 ex-prisioneros, divididos en dos grupos, arribaron al país. Posteriormente, 78 coreanos de 13 familias llegaron a la Argentina en octubre de 1965 y se instalaron como colonos agrícolas en la localidad de Lamarque. Más tarde, la inmigración se interrumpió por las medidas tomadas el 4 de mayo de 1977 pero, gracias a la apertura de la inmigración mediante inversiones, el flujo aumentó desde 1985, con un promedio anual de más de mil familias que llegaron al país durante los primeros cuatros años.
A diferencia de la generación anterior, los nuevos inmigrantes coreanos habían dejado el país de origen por motivos diversos y, al tratarse de nuevas condiciones como la inversión requerida, su nivel de educación era relativamente alto. Entonces, no me resultó difícil imaginarme las incontables dificultades e historias detrás de la actual comunidad coreana, desde el fracaso del proyecto agrícola en Lamarque y la ardua vida que comenzaba en Buenos Aires, hasta llegar a la segunda generación de inmigrantes.
Sobre el camino de 19481 km
19481 km. Es la distancia física que separa a Corea de la Argentina.
Ambos países estuvieron unidos en este camino durante la historia pasada, lo transitarán juntos en el futuro y se reencontrarán en algún lugar. Camino a 19481 km. En este camino se encuentran las historias de los artistas llegados desde Corea. Están el sentimiento de responsabilidad y el sufrimiento ante el desarrollo urbano sin piedad (Minouk Lim), la sátira del mundo digital que se torna extremadamente leve (Yongbeck Lee), la denuncia de la violencia oculta en el mundo bajo bellezas aparentes (Jia Chang), y la mirada cínica sobre la sociedad moderna y las ciudades (Hyungmin Moon).
También se encuentran la percepción crítica y aguda del medio fotográfico y el estigma de la división escondida en la sociedad contemporánea coreana (Suntag Noh). Se trata de historias, divididas en varios niveles, que se desarrollan integradas y se ubican frente a frente.
No es posible presentar cada caso, pero la mayoría de las obras invitadas expresa con claridad la postura del autor ante la sociedad coreana y el mundo contemporáneo. Y todas las historias convergen –para divergir otra vez– en el tema propuesto a través de la figura de Cristo (“A natural premise, a heretic conviction”), con hilos rojos y 12 mil gemas sintéticas cubriendo su rostro y cuerpo, que es posible ser considerado el principio y el fin de la exposición. La verdad o la esencia del mundo pueden ser incómodos o desesperantes en vez de ser bellos, pero han de ser enfrentados.
El pasado que se halla retrocediendo por el tiempo de los 19481 km y la realidad con la que nos encontramos tras recorrer esta distancia. Ninguno de esos kilómetros son capaces de garantizarnos un futuro alentador, pero el mundo que se nos presenta a través de las miradas filtradas por el arte nos acercarán, tal vez, un paso hacia un futuro mejor. Con este anhelo, me dispongo a partir nuevamente.
Con la participación de representantes de Corea, de la comunidad coreana en Argentina y de argentinos.-
Camino a 19481 km, por Nathalie Boseul Shin
Argentina, el país al otro lado del mundo
Argentina. Dicen que, cavando en línea recta desde Corea, uno terminaría en Argentina, al otro lado del mundo. Por hallarse diametralmente opuesto, es el país más distante, sin importar el punto cardinal que se tome. Pero, en definitiva, era poco lo que sabía de este país, apenas había escuchado hablar de su carne y sus vinos, además de los famosos glaciares cerca de la Antártida. Basándome en estas escasas informaciones, puse a la Argentina en la lista de cosas para hacer antes de morir, con un vago anhelo de visitarla alguna vez.
La vaguedad de mis deseos se materializó en un momento inesperado: había que preparar una exposición con motivo de los 50 años del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre Corea y Argentina. Y el trayecto hacia este país, el que simplemente me parecía distante, resultó ser verdaderamente largo. De Seúl a Dubai, de Dubai a Río de Janeiro, y de
Río de Janeiro a Buenos Aires. El viaje, de más de 30 horas y con dos escalas, me llevó a pensar sobre la Argentina y la exposición a organizar.
Aquellos coreanos en la Argentina
La información del vuelo en el monitor delante de mi asiento indicaba que el avión estaba sobrevolando el océano Pacífico. Repentinamente pensé en los nervios y el sufrimiento de los inmigrantes que cruzaron los mares infinitos tiempo atrás.
Chason Lee. Los libros lo señalan como el primer coreano en la Argentina, quien trabajaba en una tintorería japonesa en 1941.
Hubo otros coreanos, pero pocos. Luego del armisticio de la Guerra de Corea en el año 1953, 12 ex-prisioneros, divididos en dos grupos, arribaron al país. Posteriormente, 78 coreanos de 13 familias llegaron a la Argentina en octubre de 1965 y se instalaron como colonos agrícolas en la localidad de Lamarque. Más tarde, la inmigración se interrumpió por las medidas tomadas el 4 de mayo de 1977 pero, gracias a la apertura de la inmigración mediante inversiones, el flujo aumentó desde 1985, con un promedio anual de más de mil familias que llegaron al país durante los primeros cuatros años.
A diferencia de la generación anterior, los nuevos inmigrantes coreanos habían dejado el país de origen por motivos diversos y, al tratarse de nuevas condiciones como la inversión requerida, su nivel de educación era relativamente alto. Entonces, no me resultó difícil imaginarme las incontables dificultades e historias detrás de la actual comunidad coreana, desde el fracaso del proyecto agrícola en Lamarque y la ardua vida que comenzaba en Buenos Aires, hasta llegar a la segunda generación de inmigrantes.
Sobre el camino de 19481 km
19481 km. Es la distancia física que separa a Corea de la Argentina.
Ambos países estuvieron unidos en este camino durante la historia pasada, lo transitarán juntos en el futuro y se reencontrarán en algún lugar. Camino a 19481 km. En este camino se encuentran las historias de los artistas llegados desde Corea. Están el sentimiento de responsabilidad y el sufrimiento ante el desarrollo urbano sin piedad (Minouk Lim), la sátira del mundo digital que se torna extremadamente leve (Yongbeck Lee), la denuncia de la violencia oculta en el mundo bajo bellezas aparentes (Jia Chang), y la mirada cínica sobre la sociedad moderna y las ciudades (Hyungmin Moon).
También se encuentran la percepción crítica y aguda del medio fotográfico y el estigma de la división escondida en la sociedad contemporánea coreana (Suntag Noh). Se trata de historias, divididas en varios niveles, que se desarrollan integradas y se ubican frente a frente.
No es posible presentar cada caso, pero la mayoría de las obras invitadas expresa con claridad la postura del autor ante la sociedad coreana y el mundo contemporáneo. Y todas las historias convergen –para divergir otra vez– en el tema propuesto a través de la figura de Cristo (“A natural premise, a heretic conviction”), con hilos rojos y 12 mil gemas sintéticas cubriendo su rostro y cuerpo, que es posible ser considerado el principio y el fin de la exposición. La verdad o la esencia del mundo pueden ser incómodos o desesperantes en vez de ser bellos, pero han de ser enfrentados.
El pasado que se halla retrocediendo por el tiempo de los 19481 km y la realidad con la que nos encontramos tras recorrer esta distancia. Ninguno de esos kilómetros son capaces de garantizarnos un futuro alentador, pero el mundo que se nos presenta a través de las miradas filtradas por el arte nos acercarán, tal vez, un paso hacia un futuro mejor. Con este anhelo, me dispongo a partir nuevamente.
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