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lunes, 31 de enero de 2011

Los 100 años de la República de China - Los recuerdos del Dr. Sun Yat Sen



Cada cultura tiene sus supersticiones y sus rituales para observarlas. De las tantas existentes en la cultura china, una de las más difundidas y vistosas es la exhibición de fuegos artificiales con que se celebran distintos acontecimientos.

Según cuenta la leyenda, los fuegos artificiales fueron descubiertos hace más de 2000 años y por casualidad por un cocinero chino quien, en la cocina del regimiento, guardó en un trozo de bambú sobrantes de carbón, azufre y potasio, los que, mezclados, explotaron produciendo asombrosas luces de colores.

Como la campaña en cuestión terminó en victoria, los fuegos fueron considerados imprescindibles para espantar los fantasmas y los malos espíritus y asegurar la prosperidad y la victoria.

Por eso, en Taipei, con una grandiosa y exuberante exhibición realizada en la Torre 101, se festejaron los cien años de la República de China.

La República de China fue proclamada por el Dr. Sun Yat-sen el 1 de enero de 1912 y, con ella, los tres principios fundamentales que habrían de regirla: nacionalismo, democracia e igualdad.

De acuerdo a estos “Principios del Pueblo”, Sun declaró que el gobierno de China debía estar en manos chinas (y no en dinastías títeres de potencias extranjeras), ser republicano (lo que propiciaba la división de poderes y una serie de derechos civiles y políticos) y democrático (lo que garantizaba las elecciones).

Afirmó que estos principios derivaban de los “cuatro poderes del pueblo”: a votar, a destituir, a legislar y a plebiscitar.

La proclama puso fin al reinado de la debilitada dinastía Qing, pero no supuso la inmediata vigencia de los principios que declaraba: Sun creía que el pueblo chino necesitaba de un período de adaptación para la democracia, período que fue planteado como “las tres etapas de la Revolución”.

La primera etapa estaría a cargo de un gobierno militar (cuya tarea sería la de desmantelar el aparato imperial). Luego sobrevendría una etapa de “tutela política” (en la que tanto la autocracia militar como el pueblo serían entrenados en las prácticas democráticas), antesala de la última etapa, donde la democracia adquiriría plena vigencia. Y aunque Sun murió en 1924, con una China sumida en el caos, la anarquía y la violencia, sus ideas alimentarían el fervor revolucionario que dominaría el siglo XX y se convertirían en el fundamento del Partido Nacionalista Chino Kuomintang y del gobierno nacionalista del General Chiang Kai-shek. Formado militarmente en Japón, Chiang volvió a China cuando el Levantamiento de Wuchang marcaba el principio del fin de la China Imperial.

Tras la muerte de Sun, Chiang se convierte en 1925 en líder absoluto del Kuomintang y, con el apoyo de los comunistas soviéticos y del Partido Comunista Chino, establece la capital de China en Nanking.

Una vez en el poder, comenzó una purga de comunistas en el gobierno y en su propio partido, purga que marcaría a fuego los acontecimientos por venir. Pero pronto debió aliarse nuevamente a ellos, debido a la invasión del Imperio del Japón, la que unió a Chiang y a los comunistas en un frente común para resistir al invasor.

Las hostilidades entre nacionalistas y comunistas se reanudaron también con el término de la Segunda Guerra Mundial.

En 1945, ya vencidos, los japoneses debieron retirarse de China y de la ex colonia de Taiwán. En 1948, Chiang asume como presidente de la Rep. de China. La guerra civil entre comunistas y nacionalistas chinos termina con la victoria de Mao Zedong y la proclamación de la República de China Popular el 1 de octubre de 1949.

Chiang se vió obligado a abandonar China continental y a replegar las fuerzas y el gobierno nacionalistas en la isla de Taiwán.

Seguido por casi dos millones de chinos, Chiang se estableció en Taiwán, designó a Taipei la capital provisoria de la República de China fundada en 1912 por el “Padre de la Patria Sun Yat-sen” y llevó las instituciones de gobierno del continente y las garantías constitucionales consagradas en la Constitución de la República de China de 1947.

Dichas garantías fueron casi inmediatamente suspendidas, debido a que el por entonces ya Generalísimo Chiang sostuvo que “considerando el estado de necesidad por estar China en guerra con la revolución comunista del continente, debía regir la ley marcial y suspender muchos de los derechos civiles y políticos”.

Al poco tiempo estalló la Guerra de Corea y, ante el temor de una expansión comunista en Asia Oriental, Estados Unidos y una serie de naciones del mundo entero continuaron reconociendo la legitimidad del gobierno de China Nacionalista, en tanto que los países de la órbita soviética se apresuraron a reconocer al de China Popular.

El reconocimiento estadounidense, sumado a las tropas de ese país estacionadas en la isla, más la presencia de la Séptima flota de la Marina de Estados Unidos patrullando las aguas del Estrecho de Taiwán, impidieron a Mao invadir la isla, con lo cual el Generalísimo Chiang se consolidó en el poder, llevando a cabo una serie de reformas que apuntalaron el despegue económico de China Nacional.

Las reformas agrarias impulsadas por Chiang fueron complementadas por su hijo Chiang Ching-kuo y condujeron a un éxito económico sin precedentes.

Chiang Kai-shek murió sin reconocer al gobierno de China Popular, sosteniendo hasta al final que la República de China, la “China libre”, era el único, legal y auténtico Estado chino. Como tal mantuvo su lugar en las Naciones Unidas hasta 1971, cuando dicho sitio pasó a ser ocupado por China Popular.

Aún así el crecimiento económico de la República de China en Taiwán la ha convertido en uno de los países más industrializados y desarrollados de Asia y, aún cuando en diciembre de 1978 el presidente Jimmy Carter retiró el reconocimiento diplomático a la República de China y se lo concedió a la República de China Popular, el Congreso de los Estados Unidos aprobó la “Ley de Relaciones con Taiwán”, en la que ratificaba y garantizaba el apoyo militar a la República de China en Taiwán, el que se mantiene en la actualidad.

En el primer centenario de su fundación, la República de China en Taiwán puede exhibir, orgullosa, una población que está entre las más educadas del mundo, una industrialización que la ha colocado entre las potencias económicas mundiales, una expansión de su mercado interno con un PBI que, en términos de paridad de poder adquisitivo, ha superado al de Japón en noviembre de 2010 y una notable disminución de conflictos sociales, cualidades propias de un pueblo serio, laborioso, orgulloso de su esfuerzo y de sus logros y decidido a hacerse respetar.

1 comentario:

Gulfmann dijo...

Its a big surprised to see the
Dr. Sun Yat-sen portrait in here,
we will celebrating the Centennial
of the Republic of China on 2011.