Jung Chang
Durante
50 años Cixí gobernó sobre un tercio de la población mundial, desató
guerras, concilió la paz con Occidente, dio golpes de Estado, abrió las
puertas al comercio exterior, renovó la industria, enriqueció a la
región, suavizó, y hasta quebrantó, tradiciones legendarias, abolió
castigos e impulsó la liberación femenina.
De todo esa ruta de avatares políticos trata este libro de casi 600 páginas publicado por el sello Taurus, en el que Chang vuelve a meterse con la historia de su país de origen, como lo hizo en "Mao" y en su famosa saga Cisnes Salvajes, que vendió más de 10 millones de ejemplares en todo el mundo con el relato de tres generaciones de mujeres que intentan sobrevivir en una China sometida a guerras, invasiones y revoluciones.
Ahora, con Cixí, la emperatriz. La concubina que creó la China moderna, Chang ofrece, además de un atrapante retrato de época del siglo XX con sus tradiciones, ciudades prohibidas y murallas, una investigación exhaustiva que reivindica a esta mujer, última de la dinastía imperial manchú, tildada por las versiones oficiales como "la más mala", "tirana" o "asesina".
Paradójico, sin embargo, que su nombre signifique "bondadosa y alegre". La llamaron así cuando fue elegida a los 16 años concubina del emperador chino, Xianfeng, sumándose a un harén de mujeres reales. Cixí ocupaba la categoría más baja de la corte, pero su destino cambió rápidamente cuando dio a luz al primer hijo varón del emperador, Tongzhi, el príncipe que poco tiempo después ocuparía el trono.
De ser una más en la lista de concubinas reales en la Ciudad Prohibida de Pekín, Cixí se convirtió en segunda consorte, precedida únicamente por la emperatriz Zhen, la cónyuge principal de la corte, primera mujer del emperador. Cuando éste murió en 1861, el hijo varón asumió en su lugar con sólo cinco años. Las dos emperatrices viudas fueron esenciales en esta transición y más tarde lo serían en la dirección política y económica del gobierno.
A la muerte del emperador, Cixí se alió con la primera consorte y juntas planearon un batacazo político impresionante, un golpe de Estado contra los regentes propuestos por su marido, lo que la llevaría a tomar el mando de toda China, tanto que a la muerte de su hijo a los 13 años, adoptó otro niño, su sobrino, al que crió y convirtió en emperador, continuando así con su poder en el trono.
Y todo esto, cuenta Chang, lo hizo detrás de un biombo de seda amarillo, a través del cual se comunicaba con los hombres de la Ciudad Prohibida, dado que las mujeres en aquel entonces no podían ser parte de "los asuntos de Estado". Del otro lado del bastidor, Cixí gobernó en forma indirecta en nombre de los herederos varones. "Fue una campeona del feminismo", la definió la autora de esta biografía.
Al transformar la China imperialista medieval en un Estado con industria, ferrocarril, electricidad y un ejército moderno, en diálogo con Occidente y alejada de castigos como "la muerte por mil cortes" o el vendado de pies de las mujeres, Cixí sentó las bases para un nuevo capítulo de la historia de China: la modernidad.
"Evidentemente, su vida es demasiado diferente a la del resto de mujeres como para que se convierta en un modelo a seguir. Al fin y al cabo, era un producto medieval: cometió asesinatos y gobernó sin piedad. Pero lo que intento contar en el libro es que fue una persona más compleja de lo que la propaganda dice de ella", aseguró Chang en una entrevista con el diario español El Mundo.
Tal vez eso explique la aparición de esta monumental biografía que recupera su incidencia en un período transformador del andar histórico, la transición de un estado a otro, y reivindica la figura para nada sencilla de Cixí, la emperatriz viuda que alcanzó un poder omnipresente durante más de 50 años aunque nunca directo y legítimo por su condición de mujer.
Una investigación sobre la última emperatriz de China
La escritora Jung Chang, autora de Cisnes Salvajes,
vuelve sobre los pasos de China, esta vez con una monumental biografía
que recorre la vida de la emperatriz Cixí, la mujer que del escalafón
más bajo de concubinas del emperador Xianfeng logró hacerse lugar en el
pedestal más alto, gobernó el país durante decenios hasta su muerte en
1908 y marcó el camino de transformación de un imperio medieval a un
Estado moderno.
De todo esa ruta de avatares políticos trata este libro de casi 600 páginas publicado por el sello Taurus, en el que Chang vuelve a meterse con la historia de su país de origen, como lo hizo en "Mao" y en su famosa saga Cisnes Salvajes, que vendió más de 10 millones de ejemplares en todo el mundo con el relato de tres generaciones de mujeres que intentan sobrevivir en una China sometida a guerras, invasiones y revoluciones.
Ahora, con Cixí, la emperatriz. La concubina que creó la China moderna, Chang ofrece, además de un atrapante retrato de época del siglo XX con sus tradiciones, ciudades prohibidas y murallas, una investigación exhaustiva que reivindica a esta mujer, última de la dinastía imperial manchú, tildada por las versiones oficiales como "la más mala", "tirana" o "asesina".
Paradójico, sin embargo, que su nombre signifique "bondadosa y alegre". La llamaron así cuando fue elegida a los 16 años concubina del emperador chino, Xianfeng, sumándose a un harén de mujeres reales. Cixí ocupaba la categoría más baja de la corte, pero su destino cambió rápidamente cuando dio a luz al primer hijo varón del emperador, Tongzhi, el príncipe que poco tiempo después ocuparía el trono.
De ser una más en la lista de concubinas reales en la Ciudad Prohibida de Pekín, Cixí se convirtió en segunda consorte, precedida únicamente por la emperatriz Zhen, la cónyuge principal de la corte, primera mujer del emperador. Cuando éste murió en 1861, el hijo varón asumió en su lugar con sólo cinco años. Las dos emperatrices viudas fueron esenciales en esta transición y más tarde lo serían en la dirección política y económica del gobierno.
A la muerte del emperador, Cixí se alió con la primera consorte y juntas planearon un batacazo político impresionante, un golpe de Estado contra los regentes propuestos por su marido, lo que la llevaría a tomar el mando de toda China, tanto que a la muerte de su hijo a los 13 años, adoptó otro niño, su sobrino, al que crió y convirtió en emperador, continuando así con su poder en el trono.
Y todo esto, cuenta Chang, lo hizo detrás de un biombo de seda amarillo, a través del cual se comunicaba con los hombres de la Ciudad Prohibida, dado que las mujeres en aquel entonces no podían ser parte de "los asuntos de Estado". Del otro lado del bastidor, Cixí gobernó en forma indirecta en nombre de los herederos varones. "Fue una campeona del feminismo", la definió la autora de esta biografía.
Al transformar la China imperialista medieval en un Estado con industria, ferrocarril, electricidad y un ejército moderno, en diálogo con Occidente y alejada de castigos como "la muerte por mil cortes" o el vendado de pies de las mujeres, Cixí sentó las bases para un nuevo capítulo de la historia de China: la modernidad.
"Evidentemente, su vida es demasiado diferente a la del resto de mujeres como para que se convierta en un modelo a seguir. Al fin y al cabo, era un producto medieval: cometió asesinatos y gobernó sin piedad. Pero lo que intento contar en el libro es que fue una persona más compleja de lo que la propaganda dice de ella", aseguró Chang en una entrevista con el diario español El Mundo.
Tal vez eso explique la aparición de esta monumental biografía que recupera su incidencia en un período transformador del andar histórico, la transición de un estado a otro, y reivindica la figura para nada sencilla de Cixí, la emperatriz viuda que alcanzó un poder omnipresente durante más de 50 años aunque nunca directo y legítimo por su condición de mujer.
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